martes, 20 de septiembre de 2011

Un pasodoble torero

Mi ultima canción, un pasodoble torero, cuya música en pañales y esa letra en alejandrinos quiere rendir homenaje al toro que salta a la plaza a ser sacrificado en el bochorno de las tardes de laureles al torero, quien casi siempre el solo se lleva los laudos aplausos y el vuelo de pañuelos.



Collares de campanillas, romance cascabelero,
media docena de mulas cumplen la voz del mulero
arrastran el poderío del sultán, surco en el suelo,
espiral sobre la arena, palomas que son pañuelos
agitando agradecidos el cadáver de un guerrero.

Cuadrado, a pie juntillas, sintió el estoque por dentro
como centella al cerviz , partió el corazón al medio
cuando volteó la cabeza con fuerza, en acto reflejo,
babeaba la agonía atacando al movimiento,
como Cid Campeador, aun le quedaban arrestos.

Muleta que juega al juego de enrabiar tan fiero empeño,
busca rasgar con bravura, el abanico burlero,
no desecha los engaños, embiste cada tormento,
Tomás, estático, puro, se alegra de este sorteo,
cada uno por su lado, han de gladiar un trofeo.

Banderillas de colores, le queman la piel por dentro
prendidas a medio lomo tiñen la espalda en bermejo
y al olisquear el aire, le sale en la boca el fuego,
atenúa en las esquinas, rompiendo los burladeros,
refugio de vanidades, puñaladas al tablero.

Sobre el caballo de piedra, un montaraz clavo ardiendo
Le revienta las esferas donde las ancas dan juego,
revelándose impotente, cabezazos contra el peto,
hasta derribar el muro de cuatro patas, batiendo
el bulto que en la caída en dos partes se ha revuelto.

Como ventea el capote, como ni le roza un pelo
áspero, brillante, enjuto, entre azulado y negro,
le engaña la rosa, rosa, flor de tan solo un pétalo,
mira sin ver con certeza donde asestar tanto empeño
con que devengar el ansia que le aturde este destierro.

Saltó a la plaza resuelto cuando se le abriera el cielo
abandona los toriles, celda donde estaba preso,
sin pan, sin agua, ni luna, en la eternidad del tiempo,
un cerrojazo le apaga la oscuridad del encierro
aturdido saltimbanqui, mugió como en campo abierto.

Alli no suenan clarines, ni más tañir que el cencerro
de los bueyes y chicharras cuando a pie de abrevadero,
en la manada destaca la herencia de aquel sobrero
indultado por valía, semental de tal señuelo,
le ha dejado por destino, un pasodoble torero.

Rafa Lorenzo 16-9-2011
 

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