El Colegio Público El Verdeamor de Tineo conmemora estos dias y lo vino haciendo durante todo el presente curso escolar, el cincuenta aniversario de su fundación. Las escuelas del parque, como las llamamos desde entonces por estar construidas junto a éste, en el mismo corazón y pulmón de la villa de Tineo, nacían con la necesidad de reubicar las aulas mohínas de la antigua audiencia o ex-convento de Tineo, modernizando y llenando de luz nueva y natural aquel mobiliario arcaico heredado de la posguerra.
Tendría yo entre ocho y nueve años, cuando pasamos para el nuevo edificio, la fiesta, que así tomamos el acontecimiento del traslado, ha quedado impertérrito en la memoria, son recuerdos imborrables, aferrados desde entonces tal cual, cuando los de ahora, los más próximos, cosas de la edad casi sexagenaria, se escabullen entre los arrecifes del cerebro, imágenes de ocre y sepia del parvulario, se trasforman con el paso, en blanco y negro, llenas de brillo y contraste, luminosas. Hasta la bata gris de don Ginés, el maestro, se ha llenado de nuevos matices, la tiza es blanca, la madera menos parda.
Los amplios ventanales del nuevo santuario educativo, dan vista al paisaje sobrenatural, digo bien, en el que gobierna la sierra de Truebano, repicada por penachos de Peñamanteca o la fana de Genestaza. maizones en facinas, la siembra de patatas, la higuera haciendo esquina a la vera de la puerta, las moras, las cerezas junto a la casina vieja donde vivo, a cuatro pasos...
Entra el sol primaveral durante toda la jornada, la lluvia salpica los cristales acompasando las cuentas de multiplicar y dividir, si nieva no hay escuela. libros nuevos, sobre nuevas mesas, aquellos tinteros redondos que aunque se cayeran al suelo no derramaban ni una sola gota de tinta, las pizarras verdes dejaron el luto congestionado del pasado con consignas imborrables de otros tiempos que empezaban a cambiar.
El edificio, sencillo y apropiado, era de dos plantas, abajo tres o cuatro aulas para los nenos, regentadas por edades, por los maestros, don Ramón, don Ibo, don Ginés, don Federico, don Luis, don José; (los de mi época); en el piso de arriba, separadas, las nenas, bajo la tutela de Doña Purita, Doña Elidía... de otros nombres han de dar cuenta los que vinieron detrás, incluidos nuestros hijos, o los nietos de ahora mismo.
No debe haber en Asturias una escuela que tenga para sí un parque tan hermoso, ajeno a cualquier tráfico rodado, de tierra y plantas, de árboles raros, hasta un tejo con sus frutos rojos, pegajosos, sombreaba los "abalincos" antiguos de madera, el resbalón, aquellos patos y cisnes, las pavas, con sus crías sumisas al majestuoso pavo real imperecedero, las palomas, cebados a diario por el jardinero municipal, Ángel Nino, el Chato, el doctor, Manolo... dueños de la paciencia más absoluta con nuestras fechorías.
Cincuenta años de historia, medio siglo de memoria, una decena de lustros configuran la página más trascendental de un pueblo, de nuestra villa, de nuestras vidas, la enseñanza de los tinetenses cargados de futuro, generación tras generación, supongo que como en todas partes, genera la historia, impoluta por la inocencia de los protagonistas, la que agradece y perdona, la que rememora y olvida, la que nunca fue ni ha de ser rencorosa, la que marca para bien o para mal el devenir de todos y cada uno según se endulce o avinagre la experiencia habida o venidera.
El Colegio el Verdeamor de Tineo, las escuelas del parque, tienen en mi corazón, el sitio predilecto del recuerdo. en él aprendí a leer, a escribir, la aritmética, la geometría, la geografía, la historia... pero sobre todo el arte de convivir, de compartir el tiempo y el recreo con otros muchos nenos y nenas a los que ahora, nos toca mirar con esta perspectiva del calidoscopio temporal del medio siglo.
Por cierto, ¿qué sería de aquel magnetófono de bobinas grandes con el que don Ginés me grababa cantando aquellas canciones que aprendía de la radio? especialmente una de Los Tres Sudamericanos, que decía: "Volando, Volando, a Mallorca voy..." él también la recuerda.
Soy cantautor, porque desde parvulitos ya cantaba en la escuela, porque los primeros aplausos y los primeros ánimos fueron de los maestros y los compañeros, eso incita a seguir insistiendo, de tal modo que en ello llevamos una cincuentena de años.
El sábado 27, cuando celebremos la fiesta convocada por el actual claustro del colegio que dirige Don Ramón, prometo cantar allí, si me dejan, mi última canción.
Rafa Lorenzo
(cantautor, ex-alumno del Verdeamor)